Centro Mandela DD.HH. Centro de Estudios e Investigación Social

NOTA SIN FRONTERAS  CON ROLANDO NUÑEZ CENTRO MANDELA CHACO CASOS JOSEFINA Y RUPERCIA 22-11-2018

Josefina  es una adolecente de 13 años de la etnia wichi que vive en el paraje Sauzal,   24 km antes de llegar a la localidad de Sauzalito, de cuyo municipio depende.  Cursaba embarazo adolescente insuficientemente controlado. En realidad, se trataba de un embarazo no controlado. El 13 de noviembre le efectuaron una cesárea  sspara preservar la vida de la mamá y del bebé. Así nació el varón de 3,240 kg. de 37 semanas, que permanece estable.  Habrá que estudiar si el binomio madre/hijo son diabéticos dado que forman parte de comunidades que viven en base a una monodieta hidrocarbonada con eje en harinas, grasas y sus derivados. Estas comunidades son farináceas, con tendencias a enfermar y morir prematuramente por causas evitables o altamente evitables.

La joven  indígena ingresó el 9 de noviembre pasado al hospital de J.J. Castelli, derivada del puesto sanitario de Sauzal. Estaba  acompañada por su hermana, también adolescente.  Le dieron el alta el 12  y volvió a ingresar a la mañana del día siguiente. En agosto Josefina ya había sido atendida  por primera vez en el hospital de J.J. Castelli por sufrir dolores de parto.

La mamá adolescente y su bebé cursaron  riesgo de vida. Es que por la edad (13) de la madre su organismo no estaba preparado para embarazarse y parir. Por eso fue indispensable que le practicaran cesárea.

Sobrevivían

Josefina sobrevivía con su hermana y con su novio (O.A.), también indígena de la etnia wichi de 14 años.  Su madre murió, según testimonios orales, de tuberculosis y desnutrición asociada a esa enfermedad. Sobre su padre son escasos los datos recogidos, pero se presume que también falleció.

El servicio social estuvo oportunamente  informado del caso, y después el Ministro de Salud. La justicia penal tomó conocimiento del caso a través del ginecólogo que intervino y la guardia del servicio de neonatología. Si se debe  penalizar el caso con visión punitiva (represiva), corresponde que actúe el Juzgado Multifuero de Nueva Pompeya, dicho esto si nuevamente se desvía el debate hacia el abuso, como ocurrió con el penoso caso de Rupercia, en el que murieron la mamá y el bebé y su pareja de 17 años está detenido, lo que refleja un combo  con resultado  casi perfecto para encubrir las responsabilidades de los funcionarios de gobierno  que incurrieron en desatención y abandono socio-sanitario  de Rupercia.

Últimamente la nena Josefina  no vivía en Sauzal. Al igual que otros integrantes de la comunidad wichi se van por temporada y luego regresan, especialmente los que no tienen techo. Se mueven por la zona “arrimándose” a los parientes y viven por temporadas  en los parajes  no muy lejanos. Incluso, parte de la familia de la adolescente cruzaba  el río Teuco con destino a La Banda, Formosa.

Por fin  apareció el Intendente

El 14 de noviembre el intendente de Sauzalito, Alcides Pérez, por fin se acercó a la abandonada Delegación municipal para conocer la realidad de la población de Sauzal. Conversó con los contratados y empleados del Municipio. La visita coincidió con una  asamblea  espontanea  que celebraban  los aborígenes. La doctora Mirian  Saucedo, bastante desequilibrada,  acusó severamente  a los indígenas. Tuvo palabras duras e impropias de una profesional hacia la comunidad indígena. Se vivieron momentos de tensión.

El fatídico puesto sanitario de Sauzal

 El puesto sanitario de Sauzal es “puro cascaron”, según los testimonios recogidos en el lugar por el Centro Mandela. La médica, Marian Saucedo, permanentemente está de licencia por problemas de salud. Eso es lo que alega para no atender a la comunidad. Los funcionarios de salud pública prometieron reemplazarla esta semana. Allí trabajan un  enfermero y tres o cuatro agentes sanitarios, que naturalmente no pueden  asistir ni resolver las complejas y múltiples enfermedades  de la comunidad del lugar. El Puesto no cuenta con medicamentos, vacunas y elementos básicos para funcionar aceptablemente.

La comunidad de Sauzal

 En Sauzal viven aproximadamente 200 familias. El 70 por ciento son indígenas wichi. Habitualmente viven dos familias en cada casa  porque los hijos crecen y traen sus parejas e hijos a la casa materna, con vivencias que inexorablemente conducen al hacinamiento. En los montes cercanos viven 10 o 12 familias.

La población  total estimada, de niños y adultos, sería de 1800 a 2000 personas, o sea que es un paraje importante desde el punto de vista poblacional, bastante abandonado no solo  por el intendente de Sauzalito, sino también en lo social y sanitario a pesar de que es uno de los lugares críticos de las endemias de  tuberculosis y mal de Chagas.

El via crucis de  Rupercia

Esta nena, también indígena de la etnia wichi, ingresó  al hospital de J.J. Castelli en la madrugada del día 2 de noviembre, aproximadamente 01.30. Permaneció en la Guardia. Únicamente le administraron oxígeno. Como estaba embarazada ningún profesional “la tocó”, según testimonios recogidos en el hospital por el Centro Mandela.

Al ingreso se la interrogó hasta donde se pudo. Refirió su edad y que vivía con su marido de 17 años. Dijo que no sabía el nombre de su pareja. Esto probablemente esté vinculado con el miedo que tienen las niñas/adolescentes indígenas embarazadas relacionadas con los apresamientos de sus parejas. Sin embargo, el personal del hospital consideró “como que no estaba consiente, en sí misma”. Rupercia estaba acompañada por un familiar que dijo que era la sobrina y que tenía 20 años.

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A la joven wichi le hicieron estudios de laboratorio. El resultado fue anemia grado 7. Ya se sabía en el hospital que Rupercia cursaba desnutrición crónica, anemia y neumonía. Cuando comía “se desesperaba por tragar”, según los testimonios recogidos.

La médica que estaba de guardia, Dra.González, pidió a la pediatra   Soledad Villalba que  evalúe a Rupercia. Llegó aproximadamente a las 7 horas y diagnosticó dificultades respiratorias  en la paciente embarazada. Luego realizaron interconsulta con el ginecólogo Benitez, quien confirmó la dificultad respiratoria   por lo que  la paciente fue trasladada al área de pediatría.

Le hicieron una placa radiográfica que marcó que la joven indígena cursaba neumonía. La medicaron con ampisulbactan hidrocortizona y “puff”, según pudo reflejar el historial médico. Inmediatamente después decidieron derivar a Rupercia al hospital de Sáenz Peña lo que se debió producir a las 9 horas. La derivación recién se concretó al mediodía porque no había ambulancia disponible dado que todas estaban  ocupadas en traslados de cortas y largas distancias.

La ambulancia que trasladó a Rupercia llegó al hospital de  Sáenz Peña. En la guardia  resolvieron derivarla al hospital Perrando. Eso se produjo aproximadamente a las 15 horas. Prácticamente la “patearon” de Sáenz Peña, según un testimonio recogido por el Centro Mandela.

La llegada al hospital Perrando

 Rupercia  ingresó al hospital Perrando aproximadamente a las 23 horas del día 2 de noviembre. O sea que pasaron casi 22 horas desde que habría ingresado al hospital de J.J. Castelli, ubicado a 290 km de Resistencia. La pérdida de chances de Rupercia y de su bebé también encuentra fundamento en el desorden y en la demora en asistirla eficazmente.

A poco de ingresar a obstetricia crítica del Perrando correctamente se dispuso la realización de una cesárea para intentar la vida del bebé. El equipo médico ya tenía formada la idea del fallecimiento de la madre adolescente en virtud del estado crítico en el que ingresó al hospital, de extrema gravedad, potenciado por la desnutrición crónica, la anemia y neumonía que arrastraba Rupercia. En el Perrando establecieron que la adolescente estaba enferma de mal de Chagas. Habrá que ver los resultados de los restantes estudios que le realizaron.

El bebé nació vivo y murió a la hora. Fue un caso prematuro e hidrofetal extremo. Más que un edema, los médicos encontraron una “bola de agua”, sin chances de sobrevivencia, al igual que su mamá.

En el nombre de…

Por los penosos y trágicos acontecimientos vividos por las adolescentes wichi, esta nota va en nombre de  Rupercia y de Josefina,  en un mundo plagado de injusticias, inequidades y abandono, especialmente cuando se trata de quienes integran las comunidades indígenas de El Impenetrable, particularmente las comunidades de monte o parajes alejados.

Mientras tanto, se dictan leyes, se proclama que se respetan las constituciones y los tratados internacionales, se “debate” la problemática social y sanitaria de las comunidades indígenas en numerosos congresos, foros, universidades, encuentros, jornadas que se difunden por los medios de comunicación para continuar en tantos espacios en los que supuestamente se discuten los avances en materia de derechos consagrados por los pueblos originarios, además de escribirse ensayos, libros y disertaciones. Es evidente que todas estas intervenciones pretendan desconocer o ignoran las realidades. Apostaron a la inflación de leyes y normas complementarias con finalidades que son difíciles de comprender, que confrontados con la realidad del mundo indígena de El Impenetrable desnuda una gama variada  de   indiferencias y  cinismos.

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