La oscura trama detrás de la relación entre el “jefe” de la quinta en la gestión de Alberto Fernández y una joven
Daniel Rodríguez movió los hilos del Estado para que una soldado quedara bajo su órbita; la joven contó que vivió “cosas terribles”; él definió lo ocurrido como “un episodio”, pero negó haberla acosado; ella finalmente fue trasladada a otra dependencia
Durante la presidencia de Alberto Fernández, la entonces primera dama Fabiola Yáñez no fue la única que la pasó mal en la Quinta de Olivos. Al menos otra mujer afrontó situaciones inquietantes. ¿El responsable? El entonces intendente de la residencia oficial, Daniel Rodríguez, según reconstruyó LA NACION durante las últimas semanas, en base a los dichos de los propios protagonistas y cuatro testimonios adicionales.
La trama del “incidente”, “problema” o “acoso”, al decir de distintas fuentes, y que el propio Rodríguez calificó como “un episodio” ante la pregunta directa de LA NACION, comenzó entre fines de 2019 y principios de 2020, en el despuntar de la gestión de Fernández. Y concluyó hace meses, cuando la mujer se marchó de la administración pública, de manera definitiva.
Calificada como “un secreto a voces” dentro de la Quinta de Olivos, la trama bajo sospecha empezó cuando Rodríguez, un suboficial casado del escalafón Bomberos de la Policía Federal reconvertido hace dos décadas en custodio y asistente todoterreno de Fernández, conoció en uno de los ingresos de la Casa Rosada –Balcarce 24- a una soldado que integraba la Casa Militar. Casi de inmediato, requirió el pase de la mujer, soltera y más joven que él, a la residencia oficial.
Ya en Olivos, Rodríguez volvió a maniobrar para que la mujer pasara de la esfera militar al personal civil que depende de Presidencia de la Nación. En los hechos, movió la maquinaria estatal para que la joven quedara bajo su órbita, que abarcaba desde el personal de cocina y maestranza de la residencia, a la mayordomía y servicio de jardinería, entre otros.
Limitado y agresivo, al decir de empleados de Olivos, Rodríguez dejó recuerdos aciagos en la Quinta. Llegó junto a su esposa –de la que se separó por esos años-, con una designación transitoria por 180 días, según el decreto 122 de 2020, porque incumplía los requisitos fijados por ley -título universitario y experiencia laboral en la especialidad atinente al puesto- para asumir como administrador general de la residencia. Desde la Casa Rosada indicaron entonces que ocuparía el puesto hasta que lo reemplazara alguien más idóneo, pero jamás ocurrió. Le renovaron su designación, por decreto, hasta que Fernández terminó su mandato.
Los empleados de la Quinta rememoran, en particular, que Rodríguez impuso como intendente un régimen de “terror”, al mismo tiempo que se acercaba a la mujer, que por entonces tenía 24 años y que ya había pasado a revistar bajo su órbita, y con la que se mostraba galante y generoso.
En la Quinta sostienen, además, que la interacción laboral habría derivado en una relación sentimental. Y que él, con 60 años cumplidos, a principios de 2020 impulsó el alquiler de un departamento en las inmediaciones de la Quinta y un auto para ella, que vivía junto a sus padres a una hora y media en colectivo, en la zona oeste del Conurbano.
La relación, sin embargo, no duró. Y fue entonces cuando mutó la interacción entre ellos. Se registraron múltiples “situaciones”, “problemas”, “acosos” o “episodios”, según reconstruyó LA NACION, que contactó a la mujer en dos oportunidades durante las últimas semanas, bajo reserva estricta de su identidad. Contó que vivió “cosas” que calificó como “terribles”, luego pidió un tiempo para recomponerse y, tras unas semanas, dialogó otra vez con este diario.
La situación dentro de la Quinta de Olivos escaló, según reconstruyó LA NACIÓN. Escaló, hasta que la joven decidió alertar sobre lo que ocurría a otros funcionarios de Presidencia de la Nación, quienes ordenaron su traslado silencioso a una dependencia pública, sobre la calle 25 de Mayo de la ciudad de Buenos Aires, a metros de la Casa Rosada, pero lejos de Rodríguez.
Sin embargo, la trama no llegó a una instancia judicial porque la mujer jamás instó una acción penal, ni tampoco activó la maquinaria administrativa de manera formal. “La pasaron a una sede de 25 Mayo tras el problema que tuvo con Rodríguez, pero jamás se abrió un sumario porque ella decidió no denunciarlo”, precisó a LA NACION un alto funcionario de la Casa Rosada durante la gestión anterior, alfil de confianza extrema de Alberto Fernández.
“No fue acoso”
Consultado por LA NACION, Rodríguez admitió haber conocido y tratado a la mujer. También confirmó que hubo “un episodio” vinculado a ella, sobre el que evitó dar precisiones, aunque negó que él hubiera incurrido en un acoso. También reconoció ante una pregunta directa para este artículo que la joven pasó de Olivos a otra área dependiente de Presidencia, pero adujo que su traslado se debió a que ella “no trabajaba bien”.
“Ese episodio no fue así. No fue acoso”, remarcó Rodríguez. “A ella se la trasladó porque la verdad es que no trabajaba bien”, sostuvo, para luego negarse a responder más preguntas cuando LA NACION le consultó si contaba con un abogado o vocero a través del cual se le enviarían consultas adicionales. “Les pido que no sigan escribiendo sobre mí, ni que me vuelvan a llamar”, reclamó. “Me han destruido la vida y estoy tratando de recuperarme”.
Rodríguez quedó complicado en los tribunales federales de Comodoro Py, a un paso de una denuncia por falso testimonio, luego de que la madre de Fabiola Yáñez, Miriam Verdugo, relatara este jueves ante la Fiscalía varias discusiones, insultos, prohibiciones y menosprecios de Fernández a su hija y afirmara incluso que ella presenció un episodio de violencia física cuando la entonces primera dama cursaba el octavo mes de embarazo.
Miriam Verdugo relató, además, que Rodríguez le llevó a su hija un sobre cerrado, color madera, con dinero, por orden de Fernández, para que ella abortara de su primer embarazo, en 2016. “Escuché lo que él [por Fernández] le dijo por teléfono a ella. Le dijo: ‘Ahí te mando el dinero para que mañana soluciones eso. Te lo lleva Daniel, que no pase de mañana’ y cortó”.
Durante su declaración de 6 horas ante el fiscal federal Ramiro González, Rodríguez calló la entrega de dinero para un aborto y afirmó que jamás presenció peleas entre Fernández y Yáñez, ni agresiones físicas. Sostuvo que sólo supo por terceros de algunos episodios de violencia verbal y sostuvo que lo más fuerte que escuchó durante esos años fueron gritos del entonces Presidente. Por ejemplo, cuando le reclamó a Yañez que se apuraran porque llegarían “tarde a votar” el día de las elecciones legislativas de 2021.
“Nunca estuve en una discusión, nunca tuve que separarlos, mediarlos o contenerlos”, abundó Rodríguez, cuando testificó bajo juramento. “Para que llegue a eso, tiene que ser un hecho agresivo, que viera golpes, eso no pasó. No presencié que se golpearan. Si hubiese pasado no me quedo un minuto en la Quinta”.
Hoy, la mujer que debió pedir su salida de Olivos para evitar interacciones a Rodríguez y se marchó del sector público, no quiere problemas. La joven quiere dejar atrás lo ocurrido.
Cecilia DevannaHugo Alconada Mon LA NACION